martes, 22 de agosto de 2023

Lectura Ecofeminista de la Biblia

 Lectura Ecofeminista del texto bíblico Apocalipsis 12, 1-6

María Gabriela Merayo

1 Apareció en el cielo un signo sorprendente: una Mujer* vestida de sol, con la luna bajo sus pies y tocada con una corona de doce estrellas. 2 Está encinta, y grita por los dolores del parto, por el sufrimiento de dar a luz. 3 Apareció después otro signo en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, que llevaba sobre sus cabezas siete diademas*. 4 Barrió con su cola la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra*. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto naciera. 5 La Mujer dio a luz un Hijo varón*, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro. Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios y su trono*. 6 La Mujer huyó al desierto*, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada mil doscientos sesenta días.[1] 

En el texto del libro del Apocalipsis 12 versículos del 1 al 6 encontramos a una mujer embarazada a punto de dar a luz y gimiendo por los dolores de parto. Esta mujer no está sola sino acompañada o sostenida por el cosmos. Se nos cuenta que está coronada de estrellas, apoyada sobre la luna y vestida de sol. Inmediatamente, después de esta presentación se nos relata que un dragón con 7 cuernos y 10 cabezas persigue a esta mujer y quiere devorar al fruto de su vientre. Sin embargo, Dios guarda tanto a la mujer como al niño. Veamos brevemente algunos símbolos que aquí aparecen y su relación.

Mucho se ha dicho ya de la mujer que representa a la Iglesia perseguida en tiempos del emperador Domiciano (finales del siglo I). Algunos autores afirman también que la imagen de María posiblemente había crecido considerablemente a finales de siglo y por eso, ella representa a las comunidades cristianas perseguidas por el Imperio Romano. Sin embargo, nos toca mirar como es presentada: coronada de estrellas, sostenida por la luna y vestida de sol. Los astros del cielo la sostienen, la visten y la coronan. Mientras un pueblo es perseguido por otro pueblo, la naturaleza acude para dar luz y sostén al que es perseguido. El libro del Apocalipsis como una verdadera liturgia coloca a la naturaleza apoyando, sosteniendo, iluminando el camino de las personas pobres, perseguidas injustamente, vulnerables. Toda la creación está a favor de los humildes y los sencillos. Primero será el cielo y luego el suelo, el desierto que esconderán a esta mujer de las garras del dragón. La creación desgarrada y sometida por el hombre, acoge y brinda apoyo al mismo hombre. La creación que sabe de dolores de parto por la transgresión a sus propias leyes naturales puede entender los dolores de una mujer que está a punto de dar a luz. La muerte y la vida separadas por un hilo fino que pone en contraste el grito de dolor con el de felicidad.

Este dragón que simboliza al Imperio Romano persigue a esta iglesia de los inicios que se gesta en el amor y el dolor constante de las persecuciones. La desproporción entre un dragón con siete cabezas y diez cuernos y una mujer embarazada es abismal como lo era el enfrentamiento entre soldados romanos y personas comunes que intentaban vivir su fe en medio de sometimientos políticos y religiosos. Se nos relata que el dragón se detiene delante de la mujer para devorar a su hijo. En la interpretación clásica el imperio romano quiere terminar con el fruto de esta comunidad, con sus predicaciones, con la extensión de su “ideología”. En una nueva interpretación podemos decir que el capitalismo patriarcal es el dragón que destruye todo a su paso, porque no soporta la nueva vida que surge fruto de relaciones armónicas entre personas y naturaleza, sino que quiere el desmembramiento y la explotación de ambas. El capitalismo y el patriarcado dividen para poder reinar. Para estos todo se torna mercancía, todo es lucro, todo es ganancia: mujeres, niños, naturaleza.

Sin embargo, Dios cuida tanto de ese fruto como de ese pueblo y lo conduce al desierto para protegerlo por siempre. El desierto aparece en la Biblia como lugar de luchas tanto internas como externas, lugar donde Dios conduce a su gente para hablarle al corazón, como a los profetas, pero también para prepararla para una gran misión como a su propio hijo Jesús.

Conclusiones

Esta mujer que representa a todo el pueblo, a toda la comunidad, también representa a toda la creación. La creación en comunión: varones, mujeres y naturaleza, todos creados para la vida, creados para la comunión y viviendo en armonía. Es la naturaleza la que sostiene, la que viste y la que ordena cada cosa en su lugar. Los astros dividen, ordenan el día y la noche y con ello, las actividades de cada comunidad. No son los humanos los reyes de la creación, sin naturaleza no existiría nada, no habría vida. La vida al hombre le viene del cosmos y no al revés.

El dragón, que hoy podemos llamar capitalismo patriarcal, no disfruta de la armonía, no desea relaciones interdependientes entre personas y cosmos y por eso persigue, destruye y más adelante vomita su río de ira para enterrar la vida. El capitalismo mata para su propio beneficio, para su consumo desmedido, se siente el rey, pero no siempre consigue lo que quiere. Aunque se pare delante de una mujer embarazada, dolorosa y esperanzada para imponer temor y poder, muchas veces no llega a su cometido.

Cuando las comunidades senti-pensantes compuestas por varones, mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas caminan de la mano hacia un mismo fin fortalecidos por su fe, coraje, trabajo, constancia y valentía consiguen frenar al dragón, por lo menos, por un tiempo. Cuando se entrelazan los brazos para el cuidado mutuo, para las relaciones simétricas y horizontales, para las danzas en ronda, para los juegos, para la oración esperanzada nada es imposible. Cuando muchas intenciones se comprometen en el cuidado de las generaciones presentes y futuras, en vínculos de solidaridad, fraternidad y sororidad, en el ejercicio de una economía y bienestar social sostenible, en el cuidado del medio ambiente, mucho se puede lograr.

Las personas y la naturaleza pueden vivir en armonía. Los dragones siempre existirán, pero la fuerza de la unidad cósmica también.

Precisamos volver al Edén, a caminar serenos y libres, en una total armonía entre nosotros, con una naturaleza que sostiene, alimenta y cobija. Cuidados mutuamente y mimados por la sabiduría de Dios que nos creó para la vida y la comunión.



[1] Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, edición online.