Lectura Ecofeminista del texto bíblico Apocalipsis 12, 1-6
María
Gabriela Merayo
En
el texto del libro del Apocalipsis 12 versículos del 1 al 6 encontramos a una
mujer embarazada a punto de dar a luz y gimiendo por los dolores de parto. Esta
mujer no está sola sino acompañada o sostenida por el cosmos. Se nos cuenta que
está coronada de estrellas, apoyada sobre la luna y vestida de sol.
Inmediatamente, después de esta presentación se nos relata que un dragón con 7
cuernos y 10 cabezas persigue a esta mujer y quiere devorar al fruto de su
vientre. Sin embargo, Dios guarda tanto a la mujer como al niño. Veamos
brevemente algunos símbolos que aquí aparecen y su relación.
Mucho
se ha dicho ya de la mujer que representa a la Iglesia perseguida en tiempos
del emperador Domiciano (finales del siglo I). Algunos autores afirman también
que la imagen de María posiblemente había crecido considerablemente a finales
de siglo y por eso, ella representa a las comunidades cristianas perseguidas
por el Imperio Romano. Sin embargo, nos toca mirar como es presentada: coronada
de estrellas, sostenida por la luna y vestida de sol. Los astros del cielo la
sostienen, la visten y la coronan. Mientras un pueblo es perseguido por otro
pueblo, la naturaleza acude para dar luz y sostén al que es perseguido. El
libro del Apocalipsis como una verdadera liturgia coloca a la naturaleza
apoyando, sosteniendo, iluminando el camino de las personas pobres, perseguidas
injustamente, vulnerables. Toda la creación está a favor de los humildes y los
sencillos. Primero será el cielo y luego el suelo, el desierto que esconderán a
esta mujer de las garras del dragón. La creación desgarrada y sometida por el
hombre, acoge y brinda apoyo al mismo hombre. La creación que sabe de dolores
de parto por la transgresión a sus propias leyes naturales puede entender los
dolores de una mujer que está a punto de dar a luz. La muerte y la vida
separadas por un hilo fino que pone en contraste el grito de dolor con el de
felicidad.
Este
dragón que simboliza al Imperio Romano persigue a esta iglesia de los inicios
que se gesta en el amor y el dolor constante de las persecuciones. La
desproporción entre un dragón con siete cabezas y diez cuernos y una mujer
embarazada es abismal como lo era el enfrentamiento entre soldados romanos y
personas comunes que intentaban vivir su fe en medio de sometimientos políticos
y religiosos. Se nos relata que el dragón se detiene delante de la mujer para
devorar a su hijo. En la interpretación clásica el imperio romano quiere
terminar con el fruto de esta comunidad, con sus predicaciones, con la
extensión de su “ideología”. En una nueva interpretación podemos decir que el
capitalismo patriarcal es el dragón que destruye todo a su paso, porque no
soporta la nueva vida que surge fruto de relaciones armónicas entre personas y
naturaleza, sino que quiere el desmembramiento y la explotación de ambas. El
capitalismo y el patriarcado dividen para poder reinar. Para estos todo se
torna mercancía, todo es lucro, todo es ganancia: mujeres, niños, naturaleza.
Sin
embargo, Dios cuida tanto de ese fruto como de ese pueblo y lo conduce al
desierto para protegerlo por siempre. El desierto aparece en la Biblia como
lugar de luchas tanto internas como externas, lugar donde Dios conduce a su
gente para hablarle al corazón, como a los profetas, pero también para
prepararla para una gran misión como a su propio hijo Jesús.
Conclusiones
Esta
mujer que representa a todo el pueblo, a toda la comunidad, también representa
a toda la creación. La creación en comunión: varones, mujeres y naturaleza,
todos creados para la vida, creados para la comunión y viviendo en armonía. Es
la naturaleza la que sostiene, la que viste y la que ordena cada cosa en su
lugar. Los astros dividen, ordenan el día y la noche y con ello, las
actividades de cada comunidad. No son los humanos los reyes de la creación, sin
naturaleza no existiría nada, no habría vida. La vida al hombre le viene del
cosmos y no al revés.
El
dragón, que hoy podemos llamar capitalismo patriarcal, no disfruta de la armonía,
no desea relaciones interdependientes entre personas y cosmos y por eso persigue,
destruye y más adelante vomita su río de ira para enterrar la vida. El
capitalismo mata para su propio beneficio, para su consumo desmedido, se siente
el rey, pero no siempre consigue lo que quiere. Aunque se pare delante de una
mujer embarazada, dolorosa y esperanzada para imponer temor y poder, muchas
veces no llega a su cometido.
Cuando
las comunidades senti-pensantes compuestas por varones, mujeres, niños y niñas,
ancianos y ancianas caminan de la mano hacia un mismo fin fortalecidos por su
fe, coraje, trabajo, constancia y valentía consiguen frenar al dragón, por lo
menos, por un tiempo. Cuando se entrelazan los brazos para el cuidado mutuo,
para las relaciones simétricas y horizontales, para las danzas en ronda, para
los juegos, para la oración esperanzada nada es imposible. Cuando muchas
intenciones se comprometen en el cuidado de las generaciones presentes y
futuras, en vínculos de solidaridad, fraternidad y sororidad, en el ejercicio
de una economía y bienestar social sostenible, en el cuidado del medio ambiente,
mucho se puede lograr.
Las
personas y la naturaleza pueden vivir en armonía. Los dragones siempre
existirán, pero la fuerza de la unidad cósmica también.
Precisamos
volver al Edén, a caminar serenos y libres, en una total armonía entre nosotros,
con una naturaleza que sostiene, alimenta y cobija. Cuidados mutuamente y
mimados por la sabiduría de Dios que nos creó para la vida y la comunión.
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