¿Cómo hacer para no morir en el
intento? Es una frase que me persigue porque soy de las personas que hace mil
bosquejos y que cuando por fin tiene que mostrar uno, siente que no está a la altura
de las circunstancias o que se pregunta ¿por qué un desconocido tendría que
leer esto? ó ¿por qué una amiga tendría que hacer el aguante? ¿acaso no es
tiempo perdido?
Tal vez con el avance de los
estudios psicológicos cada vez escriba menos bosquejos y más textos legibles o
se disipen las dudas o se acrecienten, quien lo sabe. Hoy es una necesidad
escribir, para dar libertad a pensamientos incompletos, a dolores contenidos, a
esperanzas utópicas, para preguntarme en voz alta y tal vez encontrar una
respuesta o tan sólo para que el eco del silencio me traiga nuevas preguntas
más profundas, más completas, que me impulsen a seguir hurgueteando en mi
interior, en la experiencia, en las relaciones, en la vida misma.
Cuando una jarra está llena,
precisa vaciarse para volverse a llenar. ¿De qué sirve una jarra llena en una
mesa de saciados, de qué sirve si no hay a quién saciar la sed? Pero más aún,
una jarra sólo es un recipiente, no es “el agua”, nunca lo será, una jarra es
un instrumento para llevar de un lugar a otro ese tesoro preciado que es el
agua, uno de los tesoros imprescindibles para nuestra vida como el amor y las
relaciones…
Y pensar que cada uno tiene una
sed para saciar (o varias) mientras al mismo tiempo, somos portadores de algún tesoro,
sí, tan sólo somos simples recipientes que pueden transportar lo que sacie la
sed de alguna persona. ¿Te pusiste a pensarlo? ¿Qué tenés para dar? ¿Qué transportás
en ese recipiente completo y bello que es tu cuerpo? ¿Qué tenés para ofrecer en
este momento en que nos hacen falta tantas cosas…?
Quizás, hoy tan sólo pueda
llevarte mis preguntas, pero decido darles alas para que lleguen hasta ti, decido vaciar este recipiente para poder seguir llenándolo de vida, creo
que tenés la capacidad de elegir qué hacés con ellas…
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